jueves, 31 de julio de 2008

Coincidencias en el metro

Eva Lorente es una joven bastante risueña a la que últimamente le están ocurriendo cosas un tanto extrañas.
Hace cinco días cogió el metro hacia su casa a las ocho de la tarde, línea 2 dirección Cuatro Caminos, allí mismo se encontró a una antigua compañera de piso a la que hacía como cinco años que no veía; Mercedes Ocaña.
EVA: - ¿Qué tal te va la vida Mercedes?
MERCEDES: - No me va mal, estoy haciendo guiones para televisión, a ver si tengo suerte y me cogen alguno.
EVA: - Di que sí, hay que luchar por lograr cumplir los sueños.
MERCEDES: - A veces pierdo la esperanza, pero quiero intentarlo hasta que se me acabe el dinero que tengo ahorrado.
EVA: - Pues que tengas mucha suerte.
Nos despedimos intercambiando el email y nuestros móviles.
Ayer volvía del trabajo en la línea 7 dirección Pitis a las tres y cuarto de la tarde. Me fijo en la persona que de pie lee muy entretenida unos apuntes. ¡Pero si es Mercedes!
EVA: - Hola Mercedes, otra vez nos vemos.
MERCEDES: - Mira que es difícil en cinco días en dos líneas de metro diferentes y en horarios distintos.
EVA: - A mi desde luego es la primera vez que me pasa una casualidad así en el metro.
MERCEDES: - ¿Querrá decir algo?
EVA: - A ti que te gusta el cine. ¿Recuerdas la película “Extrañas Coincidencias”?
MERCEDES: - Sí, me gustó bastante, un buen guión, muy original, salían bastantes actores conocidos.
EVA: - ¿Qué opinas de las coincidencias?
MERCEDES: - Dan que pensar, dan que pensar.
EVA: - Yo tengo una buenísima. Sucedió cuando me examinaba para una oposición. Había aprobado la parte teórica y me quedaba pasar una prueba física para conseguir el aprobado definitivo. Pero debía haberme entrenado con más tiempo. El caso es que cogí una tremenda tendiditis y sólo me quedaba un mes para correr el dichoso kilómetro en cinco minutos.
MERCEDES: - ¿Qué te pasó?
EVA: - Volvía a casa desesperada. Me metí en una cabina de teléfono a hacer una llamada. Entonces me fijo que alguien se había dejado una carpeta con documentos allí y la cogí, estuve ojeándolos y me di cuenta que se trataba de apuntes de Magisterio y resultados de pruebas clínicas. Como ponía un número de teléfono y un nombre: Mª Luisa Larraga, no me costaba nada llamar.
MERCEDES: - Seguro que lo agradecería mucho la muchacha.
EVA: - No estaba en ese momento, se puso su hermana, pero mi sorpresa fue saber quien era Mª Luisa Larraga: La campeona de Aragón de atletismo.
MERCEDES: - Toma ya, en el momento en que tú estabas desesperada por correr el kilómetro en cinco minutos...Suena a guiño del destino.
EVA: - A casualidad en el mejor momento, a que algo te está diciendo “Venga que tú puedes, que estamos contigo”.
MERCEDES: - A ley de atracción.
EVA: ¿Qué es eso?
MERCEDES: - Que las cosas similares se van atrayendo, como cuando uno es positivo y atrae lo positivo a su vida. Tu mente está enfocada en el atletismo y atraes hacia ti situaciones relacionadas con atletas. Es como si los pensamientos fuesen imanes o visto de otra manera como el juego ese de las fichas de dominó que forman grandes figuras, cuando una ficha cae arrasa con todas las cercanas hasta llegar a la última ficha.
EVA: - ¡Ah ya! Hablas del efecto mariposa. Me gustó bastante esa peli.
MERCEDES: Hay quienes ven a Dios detrás de las casualidades, quienes ven leyes de atracción...
EVA: - Hay gente que no las ve porque simplemente no se fija, tampoco hay porque estar dando sentido a todo lo que nos ocurre.
MERCEDES: - Sí, pero a mi me entretiene.
EVA: - Y a mi, y a mi.
MERCEDES: -Bueno pues nada que me bajo aquí, si acabas averiguando el sentido de todo esto que no se te olvide llamarme.
EVA: - Y si no lo encuentro también, te echaré un toque y que tengas mucha suerte amiga.
MERCEDES: - Gracias, igualmente.

martes, 29 de julio de 2008

Sueños en la batalla

Renato Martínez está al frente del batallón, pero por su corta edad no le dejan llevar armas sino tan sólo portar orgulloso la bandera española.
No se le permite ir armado por tener sólo quince años y sin embargo no les importa que ocupe el lugar más vulnerable en la batalla, es como estar en una plaza de toros con el capote en la mano pero sin tener la fuerza ni el entrenamiento suficiente para enfrentarse al toro, un auténtico suicidio.
Pero Renato está feliz y contento porque cree que está salvando al mundo de injusticias y sinsabores. En su mente tiene una incansable letanía “Por la libertad, por la justicia, por acabar con todos aquellos que se quedan con lo nuestro, por mi patria, por mi fe”.
A su lado camina Jaime Lacón, cinco años mayor que Renato, su mejor amigo. Jaime no está tan convencido de que la lucha sirva para algo, con gesto forzado avanza sobre tierras zaragozanas pensando en todo lo que deja atrás: Su querida Noelia, padres, hermanos...”Y todo ¿Para qué?” Piensa apesadumbrado.
Renato parece intuir lo que pasa por la cabeza de su amigo y le anima.


RENATO: - Venga hombre, que sólo será un mes como mucho.
JAIME: - No comprendo de donde sacas ese optimismo.
RENATO: - Estamos haciendo un gran bien a muchas personas.
JAIME: - ¿Cómo se va a hacer un gran bien matando gente? ¿El fin justifica los medios?
RENATO: - Es lo que hay.
JAIME: - Lo que hay no me gusta. ¿Por qué me obligan entonces a hacerlo?
RENATO: - Puedes desertar.
JAIME: - Para que me persigan el resto de mi vida, es peor el remedio que la enfermedad...Sólo siento impotencia por tener que cumplir unas órdenes que otros se han inventado estando totalmente en desacuerdo con ellas. Y no entiendo como hay gente que los apoya, como tú...
RENATO: -Tengo los pies en la tierra, no sufro de ese idealismo que te hace pensar demasiado sin llegar a conclusiones. Yo sólo quiero vivir bien que son dos días.
JAIME: -¿No tienes principios, ética...Te parece normal esto que nos está sucediendo?
RENATO: - A mi las cosas no me parecen nada, son como son y las tomas o las dejas.
JAIME: - Si todos pensaran así. ¿Cómo iba a avanzar el mundo?
RENATO: - ¿Cómo lo haces avanzar tú?
JAIME: - Ciertamente...Nada hago...Sí...Eso me deprime aún más.
RENATO: - Exceso de sentimentalismo, conciencia social…
JAIME: - Quisiera ser como tú, pero no puedo, sin embargo nos llevamos fenomenal.
RENATO: - Nos complementamos. Yo soy la tierra y tú el aire.
JAIME: - Ojala fuera ciertamente aire, entonces volaría y no me enfrentaría a esta guerra inútil.
RENATO: - No sé que decirte amigo, quizás que esto acabará pronto, que todo pasa, que morir luchando es la muerte más honorable que uno puede tener, que te aprecio, que es una gran suerte para mi estar aquí contigo.
JAIME: - Ya he encontrado un motivo para avanzar: Procuraré defenderte porque no paro de quejarme, pero tú encima de que vas desarmado, vas en el peor lugar y sonriendo................................¿Realmente eres tú la tierra y yo el aire? ¿Por qué no puedo creer en algo como otros hacéis?
RENATO: - Tú también crees en cosas, cosas que para mi son sueños, parece que creyeras en un mundo de ángeles…Me gusta cuando me hablas de esas cosas que viajan por tu mente.
JAIME: - ¿Tan iluso me ves?
RENATO: - En el fondo te envidio porque no te creas que no veo la podredumbre de este planeta y yo no tengo ninguna puerta que abrir y que me conduzca al mundo soñado de los ángeles. Pero cuando tú me hablas, cuando te escucho y pongo atención…Oh Dios…Cuanta belleza se abre ante mí.