Era una vez un hombre llamado Joaquín que trabajaba como payaso, tenía muchas máscaras para hacer reír a su público, pero un día se le rompieron.
Gracias a Dios existe la pintura y Joaquín se pudo pintar la sonrisa más sublime para la actuación de esa tarde, pero con lo que no contaba era con la lluvia, entonces al llover se quedó su rostro al natural, con lo cual una niña muy observadora le dijo: "¿Cómo pretender hacernos reír sin sonrisa y con esos ojos tan tristes?".
El payaso se dio cuenta de que la niña tenía razón y como sabía que los niños conocen el mundo donde todo es posible, vulgarmente llamado mundo de fantasía, le preguntó: "¿Y qué crees que debo hacer?".
La niña muy seria contestó: "Debes ir a ver a la reina de las sonrisas; Magdalena, quizás el día en que ella las repartió se le olvidó darte una. Vive allí arriba, en lo alto de la colina".
El payaso Joaquín hizo caso a la niña y se dirigió raudo a visitar a la reina.
La reina Magdalena nada más verlo entrar acercó sus manos trasparentes al corazón de Joaquín, que comenzó a arder inmediatamente, lo cual hizo que de sus ojos empezasen a brotar lágrimas, volviendo la armonía a su mirada y que finalmente en su rostro se esbozase una sonrisa.
Por fin el payaso se sentía feliz porque comprendió que había venido a este mundo a lograr hacer reír a la gente, pero que sólo se puede hacer felices a los semejantes con un corazón lleno de calor humano y rebosante de Amor hacia uno mismo y los demás.