domingo, 1 de noviembre de 2020

La ascensión

 Había una vez un hombre llamado Rubén que quería llegar a Dios y entonces tomó una cuerda para subir al cielo, pero Dios le habló y le dijo:

-"Hijo mío, si te he dado una cuerda para que llegues a mí, no es para que trepes por ella sino para descender por ella".

El hombre contestó: "No lo entiendo".

Y Dios dijo: "Ten Fe en mis palabras, confía".

Entonces Rubén comenzó a bajar y se dio cuenta de que cada poco había grandes nudos en la cuerda y en casi todos esos nudos se quedaba enganchado uno de sus pies, con lo cual durante un buen rato no podía seguir descendiendo.

-"Debo desenredar mi pie de este nudo" se decía en cada ocasión, pero no era tan sencillo soltar una mano de la cuerda para hacerlo, porque al estar así sujeto se quedaba sin apoyo haciendo fuerza con un único brazo".

El nudo del que más le costó soltarse fue del último porque cuando llegó estaba tremendamente agotado, pero finalmente logró llegar abajo y allí oyó de nuevo la voz de Dios que le decía: "Tú te preguntabas cómo es posible bajar para subir al cielo y más aún cómo vas a subir ahora cuando has ido deshaciendo todos los nudos que te has ido encontrando mientras descendías, y yo te digo que esos nudos representaban tus ataduras materiales y de entre ellas la  más tentadora fue la última, querer aferrarnos al amor del desposeedor de sí mismo, obsesionarnos con amar a quien nosotros creemos dignos de nuestro amor cuando, por el contrario, es el amor quien debe creernos dignos a nosotros, para llenar nuestros corazones con tanta dicha que rebosemos hacia nuestros semejantes pletóricos de luz y calor humano".

"Es cierto Señor, ¿Cómo voy a ascender entonces ahora si mis brazos no tienen ya fuerza y carezco de los nudos para ayudarme a descansar en mi subida, de tramo en tramo?".

"Hijo mío", le contestó Dios, "ahora que has descendido atravesando todas tus sombras y te has dignificado como ser humano, no necesitas cuerda puesto que la ascensión que te espera es una ascensión espiritual, tu cuerpo etéreo te llevará allí donde esté tu corazón y tu corazón estará ya por siempre en mí, pues tú y yo somos ya para siempre una misma cosa".

El hombre ascendió y Dios le tomó por siempre entre sus brazos.