lunes, 26 de abril de 2010

Encantados con Cuenca

Quedamos el sábado 24/04/2010 en el Centro Comercial de La Gavia (ensanche de Vallecas) sobre las 09:45 horas y, dividiéndonos en dos grupos, nos dispusimos a comenzar la aventura.
Esta vez hemos ido nueve personas: Jose (conductor), Flor, José Luis, Ono y Mónica en un coche y Juani (conductora), Marino, Susana y Azu en el segundo coche. Como curiosidad contar que algunos nos conocíamos de hace tiempo y llevábamos años sin vernos, lo cual nos hizo mucha ilusión.
Nos reencontramos a las dos horas en Villalba de la Sierra (Cuenca) y de ahí partimos rumbo al Ventano del Diablo, que es un impresionante mirador desde donde se puede divisar el río Júcar atravesando un frondoso valle.
Continuamos ruta hacia La Ciudad Encantada, que fue declara en 1929 Sitio Natural de Interés Nacional. A lo largo de dos horas de tranquilo paseo pudimos disfrutar de formaciones rocosas en las que la lluvia ha sido el principal escultor. La mano del hombre no ha tenido nada que ver en la modelación de estas caprichosas formas conocidas como: “Cara del hombre”, “Los osos”, “Puente romano”, “El tobogán” o “Mar de piedra”, entre otras... En ocasiones hay que echarle imaginación, pero en general se acaba entendiendo el por qué del nombre. Seguramente los niños sean los que más fácilmente consigan visualizarlas.

Que no se me olvide agradecer a Marino, de parte de todo el grupo, el interesante libro con el que nos obsequió para que recordásemos el viaje y cada uno de los monumentos de La Ciudad Encantada.
Parada para comer y reponer fuerzas en Uña, pintoresco pueblo situado en una colina elevada. Comimos bastante bien relación calidad-precio.
A continuación un paseíto bordeando la Laguna de Uña, que está formada por el cierre de un dique fluvial del Arroyo del Rincón, afluente del río Júcar y posteriormente se ha ampliado artificialmente para aumentar su capacidad de embalsamiento.
Comenzaron a caer unas gotillas de agua, pero eso no impidió que nos acercásemos a conocer Las Majadas. Aquí se rodó “El mundo nunca es suficiente” (1999) con el Agente 007 Pierce Brosnan resolviendo un caso por la “ciudad de piedra” en la Capadocia turca, pero en vez de ir a Turquía se vino el equipo de rodaje a Cuenca, que también tiene lo suyo en "arte rocoso" y fijo que les resultó más sencillo y económico. Sin duda mereció la pena, pese a que varios buitres revoloteaban sobre nuestras cabezas dando un siniestro toque al ambiente. Para finalizar una última parada para tomar algo en Villalba de la Sierra y despedirnos con un "hasta la próxima". Espero que sea prontito.

viernes, 16 de abril de 2010

Los abrazos rotos

Al principio de la película "Los abrazos rotos", Mateo cuenta una preciosa historia sobre un hecho real de la vida del escritor Arthur Miller (casado en primeras nupcias con Marilyn Monroe). En noviembre de 1966, cuando Miller estaba casado con su tercera esposa Inge Morath, nació su hijo Daniel con síndrome de Down. El escritor abandonó a Daniel con cuatro años, al no asumir su deficiencia.
Sin embargo en el año 1995, participando paradójicamente Miller en un acto en defensa de un disminuido psíquico, su hijo estaba entre el público y al finalizar el evento, Daniel se acercó muy emocionado y le abrazó añadiendo que estaba muy orgulloso de tenerle como padre.
Este es el tipo de amor en el que creo, un amor que no manipula, ni victimiza, ni exige, que no culpa a nadie, basado en el puro agradecimiento y la entrega. Y ese es el tipo de persona a la que más admiro, la que logra establecerse en ese sentimiento. Porque si, por contra, comenzamos a buscar culpables y poner nombres a los que "arruinaron" nuestra vida, siempre andaremos enredados en odios y resentimientos. Todo ser humano es libre de hacer con su vida lo que más felicidad le aporte y no lo que más felicidad nos aporte a los demás, ahora que si ambas felicidades coinciden, atención, nos encontramos probablemente ante un Santo.

martes, 6 de abril de 2010

Nunca es tarde

Habitante invisible de un universo lleno de variables, observas detenidamente a los transeúntes dirigiéndose hacia diferentes lugares.
Tú, cuan vagabundo, aún desconoces hacia dónde vas, nadie te espera tampoco, pero al menos parece que al fin has comprendido que tus huellas deben ser propias y no las de quien sí parece tener claro su destino.
Es horrible descubrir que seguir a otros puede suponer volverse invisible y ser atropellado si estos deciden dar la vuelta. Nadie te veía, incluso dudas si tú mismo existías hasta entonces.
No quiero que me sigan a mí tampoco, ahora que conozco el riesgo que supone. Todos debemos encontrar un espacio y andar a nuestro ritmo sin dejarnos llevar más de lo imprescindible. A veces nos cruzaremos con otros caminantes, pero cada cual en su ruta, intercambiando momentos inolvidables.
Me hubiese gustado saber esto antes, pero me consuelo con el “nunca es tarde”.