sábado, 27 de agosto de 2011

Gracias a la vida


Beginners (Principiantes) es una película que hace pensar, creo que podría estar escribiendo sobre ella horas, pero voy a centrarme en lo que más me ha llamado la atención que es la hermosa complicidad paterno-filial y la enseñanza que recibe el hijo de su progenitor: Nunca es tarde para ser fiel a uno mismo.
Recuerdo a mi padre, sólo lo conocí nueve años y medio pero, no es por eso que siempre se dice que se idealiza a las personas que fallecen, él era realmente una persona muy querida por su entorno.
Antolín, así se llamaba, era muy jovial, lleno de vida y simpático a más no poder, con él jamás te aburrías. Son curiosos los recuerdos que conservamos: Sus carcajadas, el triple silbido para volver a casa tras los juegos, paseando de la mano entre una nieve que llegaba más arriba de mis rodillas…
Cuando nos fuimos a vivir a Zaragoza yo le traía con mis estudios por la calle de la amargura, porque había estado ocho años en un pueblo y estaba acostumbrada a jugar y correr sin fin, así que eso de estudiar no sabía de qué iba. Se pegó horas y horas pacientemente conmigo intentando que aprendiese las materias, pero yo me distraía con una mosca. Creo que de ahí me viene mi buena memoria porque él la tenía y de tanto repetir lo mismo al final acabé por hacerlo yo al pie de la letra, sin enterarme muy bien de lo que decía, pero ese era el pistoletazo de salida para irme a la calle a jugar.
He leído en libros que los primeros años de nuestra vida son muy importantes porque se está formando nuestra personalidad. Puedo asegurar que es cierto, porque dentro de mí existe esa alegría aprendida de mi padre, a la que puedo volver, aunque a veces me cueste mucho tiempo y esfuerzo, pero sé que está ahí, muy adentro. Como decía el mandril Rafiki al leoncito Simba en El Rey León: Llevamos en nuestro corazón a las personas que hemos amado de verdad, no desaparecen, nos transformamos un poquito en ellas porque nos dejan una semilla que va creciendo con los años
(no es la frase exacta, es mi interpretación de la misma). Tardé en entenderlo porque pensaba que la alegría, la pasión, todo lo que hace vibrar, formaba parte de otro ser que no llegaba nunca a mi vida o si lo hacía acababa desapareciendo por cualquier razón (y alguna vez fui yo también bastante responsable). Error, hay que encontrarlo en uno mismo y con esa base compartir con otros la vida, no puedes ir por ahí mendigando amor esperando que sean únicamente los demás los que llenen tus carencias, siendo alguien pasivo que espera que todo le venga (así más bien se espanta a la peña).

Cuando veo esas parejas o amistades donde uno de los miembros no hace sino tener “parasitado” al otro, retenerlo, obligarle a estar con él/ella porque no soportan estar solos, no hago sino sentir mucha lástima porque eso es lo contrario a lo que yo entiendo por amor y lo que nunca debes dejar que nadie te haga ni hacérselo tú a nadie, a los seres queridos debes apreciarlos lo suficiente como para dejarles la libertad de ser ellos mismos.
Y en este descubrimiento, que he ido haciendo poco a poco, la parte que me faltaba para entenderlo del todo me vino hará como dos años y medio, porque sentí tantísimo una pérdida que tuve que reinventarme por completo. Fueron tiempos muy duros de gran desazón interna mas necesarios, tenía mi parte de responsabilidad ¡otra vez la dichosa creencia de que la felicidad sólo está fuera de mí! Ahora al fin me siento libre, soy otra, ya no sigo ni quiero seguir a nadie, sólo compartir libertades, me siento llena de paz y vuelvo a sonreír con el corazón.
Gracias a mi padre y seres queridos; que siempre lo serán estén donde estén, por todo lo que me habéis aportado y gracias a la vida que me ha dado tanto, como dice la canción.

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