lunes, 28 de junio de 2010

La semilla

Hace unos días me contaron un precioso cuento.
Érase un padre de familia llamado Daniel que para poder llevar dinero a casa, debido a la falta de trabajo, tenía que mendigar e incluso robar con el riesgo que ello conllevaba y con todo el dolor de su corazón, porque sufría mucho despojando a otros de lo que era suyo, pero pensaba que no tenía otra opción.
Un día se le acercó un sabio y le hizo la siguiente reflexión: ¿Tú crees que tu familia haría lo mismo por ti?.
Y con ese pensamiento, que jamás se había cuestionado, llegó a su casa. Se acercó a su mujer e hijos y les hizo la pregunta que el sabio le había planteado. Sin dudarlo mujer e hijos (todos pasaban de los 18 años) dijeron que por supuesto que no y que si él lo hacía era porque quería, que nadie se lo había pedido nunca ni estaba obligado.
De pronto se cayó una venda de los ojos de Daniel y se paró a pensar: "Entonces si esto es así, ¿acaso no estoy dando demasiado y siendo injusto conmigo mismo y con esos desconocidos a quienes robo? porque yo con cuatro cosas me conformo, sólo con mendigar ya cubriría mis necesidades, si robo es para cubrir las de toda la familia".
Y desde entonces cambió por completo su actitud y jamás volvió a robar, sino a buscar trabajo en sus ratos libres. Como la mujer e hijos no recibían nada, también intentaron encontrar trabajo con mucho ahínco y al poco todos trabajaban y se defendían por sí mismos.

Moraleja: A veces la mejor ayuda es la no ayuda para que cada cual se haga cargo de sus responsabilidades y sea fuerte e independiente en el futuro, no acostumbrándose a tener alrededor personas que resuelvan sus problemas. El que sabe ayudar da la semilla pero no te la planta, riega y cultiva, porque además si lo hace puede caer en el defecto de quedarse apegado a la persona a la que está ayudando, viviendo su vida y sintiendo que se le debe algo.

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