viernes, 15 de julio de 2011

El fin es mi principio


Con esta película he tenido lo que Jung denominaba una sincronicidad de lo más curiosa. Encontré casualmente un sorteo de varios libros de la obra en la que está basada (antes incluso de saber acerca del estreno de la peli), debiendo responder para ello a la pregunta: “¿Cómo se llama y con qué papel y película se hizo conocido el actor principal de “El fin es mi principio”?" Y navegando por el ciberespacio supe la respuesta que envié rauda y veloz: Bruno Ganz como el ángel Damiel en “El cielo sobre Berlín”.El caso es que ese mismo día a las pocas horas, me pongo a seguir leyendo por donde lo había dejado, un libro sobre el norte de la India (“Camino de Varanasi” de Jordi Guasch) y justo leo un párrafo en que se hace mención a Bruno Ganz en “El cielo sobre Berlín” ¡Toma ya coincidencia!
Y por cierto que me ha tocado uno de los libros del sorteo, habrá que esperar a que llegue.
Me ha gustado la película en v.o., pese a esos subtítulos en blanco sobre la ropa de tono similar del protagonista que dificultaban bastante su lectura.
Destacaría varios momentos de esas conversaciones padre-hijo; que el hijo va grabando, como cuando Bruno razona acerca de por qué las revoluciones exteriores nunca van a ser la solución a los problemas sociales: Es tan simple como que aunque todo el mundo tuviese lo justo para vivir, la gran mayoría querría lo que le corresponde y lo de los demás porque así es y siempre ha sido la naturaleza humana; la codicia está en el origen de la mayoría de los conflictos, uno puede tener las mejores intenciones pero no debe obviar la realidad del mundo en el que vive. ¿Cambian algo las cosas tras las guerras? Lo que cambian es de manos.
Quien debe transformarse es uno mismo y aunque es una idea muy budista (y el protagonista no esconde que los últimos meses de su vida ha estado en los Himalayas), no podría estar más de acuerdo y cuántas más personas lo hiciésemos entonces sí podría darse algún día un verdadero cambio positivo en la sociedad.
Otra idea que me gusta mucho es ver lo insignificantes que somos frente a cosas tan grandes como la naturaleza por ejemplo, ella permanecerá siempre con o sin nosotros porque si lo pensamos bien tanto cabreo, tanta tontería y luego resulta que ¡zas! todo acaba de golpe. Esto es una auténtica lección de humildad. No somos para nada insustituibles ni deberíamos intentar gastar el tiempo del que disponemos en serlo, porque como decía Antonio Machado: "Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar".También destaco el trato que se da en la peli a la muerte, palabra que casi todo el mundo evita y prefiere pensar en otra cosa. Pero el gran logro del film es transmitir ese concepto oriental de ¿para qué tanto drama? Todos vamos a morir, entonces ¿no sería más correcto vivir aceptando ese hecho como algo natural, disfrutando al máximo de la vida y sonriendo hasta el último momento (dentro del dolor del sufrimiento físico; claro)? El que se queda que haga también su vida, que disfrute del presente y que no nos llore ni añore más de la cuenta, ciertamente ¡cuánta razón!, con lo apegadicos que solemos ser los occidentales.
Tengo ganas de leer el libro y profundizar más en esa visión de una persona que vivió la vida intensamente y que en el momento que contrajo cáncer se dio cuenta de un montón de cosas que dejó plasmadas con la ayuda de su hijo.
Por último destaco esa descripción que hace acerca del “todo somos uno”, experiencia interna que he oído narrar a más personas de las que hubiese imaginado. El que pasa por ella no vuelve a ver la vida de la misma manera, ni a sentirse separado de sus semejantes,
comienza a vivir con otra escala de valores.

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