jueves, 8 de septiembre de 2011

El chico de las maletas

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A veces viajamos con demasiado equipaje por la vida. Maletas de todos los tamaños y colores y lo más curioso; muchas no son nuestras sino que se las hemos guardado por un rato a alguien, pero se han convertido en perennes porque se olvidaron de venir a recogerlas.
De pronto un día nos tropezamos sin querer y nos cuesta caminar con tanto peso que arrastramos, queremos devolver parte de la carga, pero los dueños de las maletas se alejan, no pareciendo entender que ya no podemos más, que las fuerzas han comenzado a fallarnos.
Lo correcto, pensamos, hubiese sido avisarles para que cada uno hubiese venido a por su maleta hace tiempo e incluso, si no es mucho pedir, darnos las gracias por habérsela guardado, pero curiosamente comprobamos que han dado por hecho que era nuestra tarea y no quieren saber nada del asunto.
Entonces es cuando uno entiende que es un error llevar más peso que el propio por la vida, caminar sobrecargado, sí apoyar a los demás dando consejos si se piden, pero no involucrarse en exceso tomando responsabilidades ajenas de modo voluntario, ni por mucho que quieras a otras personas, pues las acabas haciendo débiles, malacostumbrando y tú mismo convirtiéndote en “el chico de las maletas”.
Una cosa es querer ayudar y otra muy diferente saber hacerlo.

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